21 sept 2013

¿Cuál es el precio para dejar de mentir?

Este experimento realizado por Leon Festinger sirve de ejemplo de cómo podemos actuar cuando tenemos dos pensamientos que entran en conflicto o realizamos un comportamiento que choca con nuestras creencias sobre lo que es o no correcto (disonancia cognitiva)


El vídeo me recordó a cuantas veces justificamos lo mal que nos han pagado (o pagan) con que realizamos un trabajo creativo y/o apasionante como escribir, diseñar etc. por no hablar de los que se quedan de becarios eternamente. ¿De verdad compensa la satisfacción personal de realizar ese trabajo o simplemente es una forma de justificar lo vergonzoso del sueldo? ¿Cuánto hay que cobrar para poder hablar con sinceridad (para bien o para mal) del trabajo que se realiza?

22 ago 2013

Parece hambre, pero la mayoría de las veces no lo es


El 6 de septiembre tengo el examen de Psicología de la Motivación, así que ando sin mucho tiempo para escribir, pero respecto a la motivación de hambre, recordé un artículo que escribí hace unos meses para Trendencias Hombre sobre el tema, que enlazo aquí para quién le pueda interesar.

Parece hambre, pero no siempre lo es, o traduciendo a la forma práctica: ¿Qué factores nos incitan a comer de más?

Foto | The Interger Club

2 jul 2013

Julia Roberts no es mi amiga... y los publicistas tampoco


Si hay unas personas realmente interesadas en estudiar a fondo las motivaciones y comportamientos del ser humano, esas son sin duda las que trabajan en publicidad.

Teniendo en cuenta que la motivación hace referencia a un estado de tensión que activa, dirige y mantiene la conducta hacia la consecución de algo, ya pueda ser una meta o la satisfacción de un deseo, nada tan sencillo como aplicar algunas fórmulas que nos generen esa necesidad, esa tensión y nos inciten a comprar.

Porque con eso de que cada vez sea más creativa, emotiva o incluso divertida, a veces parece que se nos olvida que el objetivo único de la publicidad es modificar nuestras actitudes para dirigirlas hacia la compra de lo que nos ofrecen ¡Y vaya si lo consiguen! ¿Es necesario hacer una lista de todas las cosas que creemos que necesitamos, que no nos hacen ninguna falta realmente? Es más, en ocasiones incluso hasta pueden perjudicarnos, al menos en la cuenta bancaria.

Cuando se trata de activar motivos primarios (hambre, sueño, sed, sexo...) la cosa deja poco espacio a la sutilidad, solo hay que pensar un momento en qué suele abundar en los anuncios de coches o de desodorantes, para tener claro cuántas veces se recurre al impulso sexual.


Suele criticarse el carácter machista de estos anuncios, pero a mí no me parece que el propósito sea ofender o cosificar a la mujer, si no buscar la forma más efectiva de generar una activación en el consumidor potencial, como cuando se nos presentan los productos junto a algún personaje famoso, que nos inspire confianza y admiración.

El condicionamiento clásico, que seguro que os suena (por si no para eso está la wikipedia) no sólo funciona con los animalitos, también puede provocarnos una respuesta afectiva, que acabaremos evocando siempre que tengamos delante el producto que nos quieran vender.

Es muy sencillo, tenemos por ejemplo una marca de maquillaje (no apta para todos los bolsillos) como estímulo condicionado, y la presentamos junto a la fantástica Julia Roberts, que es el estímulo incondicionado, una actriz que no solo cae bien a casi todo el mundo, si no que es guapa, simpática, admirable por su trabajo y con pinta de ser alguien noble e inteligente. Esta asociación provoca una respuesta condicionada (afectiva) y seguramente cuando yo tenga que comprar un maquillaje si me encuentro esta marca, piense que es un producto de confianza, que tiene que funcionar seguro por qué ¿Acaso podría engañarme Julia Roberts?

Probablemente ni siquiera llegue a hacerme la pregunta y tenga ganas de probar el producto directamente ¿No habéis visto qué piel tan maravillosa? Sí, es photoshop, pero qué más da ¡Qué buenos ratos me ha hecho pasar Julia Roberts! Suerte que solo anuncia marcas carísimas que sobrepasan mis límites presupuestarios, pero da igual, al final he acabado cayendo en otras cosas.


Los famosos últimamente parece que hacen más anuncios que otra cosa, la última campaña “encubierta” de Yolado es un buen (o mal según se mire) ejemplo.

Aunque no siempre hace falta una cara conocida, también se pueden evocar sentimientos tan arraigados como nuestro amor a los bares y conseguir que la masa te haga publicidad totalmente gratis, o lograr asociar a toda costa tu producto con un estilo de vida saludable, aunque suene tan absurdo como unos camellos publicitándose mediante canciones antidroga.

Ya sé lo que estaréis pensando, que todo esto es patéticamente OBVIO. Yo también lo creo, pero después de ver como se sigue la corriente a algunas campañas, con toda la felicidad del mundo, como si realmente hicieran las cosas por nuestro bien, me ha parecido necesario recordar que aunque algunas veces pueda parecer que sí, la verdad es que NO, el objetivo es vender, vender, vender, vender y manipular para vender. Por más que lo disfracemos de creatividad, marketing, social media, periodismo de marca o San Pancracio en vinagre.

¿Qué puedo decir más? He trabajado bastante tiempo en el sector y me consta que hay también mucha gente que tiene muy buenas intenciones, que pretende al menos sacar algo de arte, difundir información útil o devolver algo de bien en cada acto de publicidad. No pretendo demonizar a nadie, pero hay que tener en cuenta siempre el propósito real respecto al marketing, donde lo que interesa es que compremos compulsivamente igual que salivaba el perro de Pavlov.

Resumiendo, lo que quería contar es que desconfiar de la publicidad puede ser a veces (muchas veces) un ejercicio mental muy saludable, y que muy a mi pesar Julia Roberts no es mi amiga (siempre está intentando venderme cosas), aunque me encantaría que lo fuera.

15 jun 2013

Estímulos supernormales, engaños y tetas gordas


Dentro de la ecología del comportamiento, uno de los temas que me llamó más la atención fue el de los estímulos supernormales. Sirven para demostrar la existencia de estímulos desencadenadores innatos (estímulos sumamente específicos que desencadenan una pauta de acción fija) y consisten en una exageración artificial de los mismos que consigue provocar respuestas más intensas y frecuentes.

Por ejemplo, las crías de gaviota arenquera en cuanto salen del cascarón se ponen a picotear en la punta del pico de sus padres pidiendo comida. Con estos golpecitos les hacen regurgitar la comida que cae al nido y a continuación los padres se la ponen a los polluelos en la garganta.

Hasta aquí tenemos un estímulo desencadenador innato (EDI) basado en la forma del pico, (cuanto más largo y fino mejor) y en una mancha roja que tiene en su extremo inferior. ¿Qué pasa si acercamos a las crías una cabeza disecada de gaviota y un palo largo y fino con una mancha roja en la punta? Es lógico pensar que el estímulo se desencadenará más intensamente con la cabeza disecada, más realista y prácticamente idéntica al estímulo real, pero no, las crías picotean con mucha más intensidad y frecuencia ante la visión del palito fino y largo con la mancha roja.

El cuco (que es muy cuco como todo el mundo sabe) se aprovecha del estímulo supernormal que supone el pico enormemente abierto de sus polluelos, para parasitar nidos de otras especies introduciendo sus huevos a costa incluso de eliminar alguna de las verdaderas crías. Los padres “adoptivos” no solo no echan al intruso si no que se sienten obligados cada vez que ven el pico enormemente abierto a introducir comida dentro. Y así encontramos multitud de ejemplos en la naturaleza que desencadenan respuestas agresivas, de cortejo etc.


El tema de estudio acabó aquí y fué casi inevitable pensar, a parte de “¡Qué interesante!”: "pobres animalicos, que básicos (por no decir tontos) que se dejan engañar así", pero inmediatamente me vino a la cabeza una réplica ¿Acaso no somos los humanos los maestros del engaño y de dejarnos embaucar? Por lo que me puse a pensar en estímulos supernormales que nos pudieran afectar.

Lo primero que me vino a la mente fue la comida, concretamente algunos alimentos poco saludables pero altamente irresistibles, que nos invitan a comer compulsivamente como si no hubiera mañana. Los sabores dulces nos llaman, porque los asociamos con presencia de nutrientes que necesitamos, pero una fruta pocas veces resulta un estímulo tan potente como puede ser un bollo grasiento bañado en chocolate y relleno de crema, tan artificial e inútil como el palito largo y fino que picoteaban las crías de gaviota.


Lo segundo, las tetas de silicona, irresistibles para los amantes del “burro grande, ande o no ande” y que, a juzgar por las portadas de los últimos años, deben ser la mayoría de los lectores de la revista Interviu, por poner un ejemplo.

Cuando se trata de estímulos sexuales encontramos remiendos de todo tipo, pestañas postizas, extensiones, rellenos para el sujetador o para hacer el culo más respingón, incluso ¿Podríamos considerar el rojo intenso del pintalabios o el eyeliner que agranda los ojos como un estímulo supernormal? Estoy segura de que contemplando las fotos de actrices porno con y sin maquillaje encontraremos la respuesta.

Por otro lado, siguiendo con las necesidades, si el ser humano es curioso por naturaleza. ¿No serían las redes sociales un estímulo supernormal de nuestro deseo de saber todo sobre el entorno? Vale quizá ahora ya estoy exagerando un poco, pero buscando más información sobre el tema encontré un post muy interesante en el blog Evolución y Neurociencia que habla de otros ejemplos como la novela romántica o los programas de cotilleo, que me sirven para confirmar todas estas sospechas.

En cualquier caso, las respuestas a estímulos supernormales no son adaptativas en absoluto, queda claro cómo no contribuyen ni a la supervivencia de las crías de gaviota, ni al éxito reproductivo de los pájaros que dejan invadir sus nidos por polluelos de cuco pero ¿Cuánto nos pueden llegar a perjudicar a nosotros? En el tema de la comida es muy evidente, en cuanto al resto ¿Nos dañan de alguna forma? ¿Deberíamos intentar indentificarlas y evitarlas? Tendré que seguirlo pensando...

 Imágenes | Wikimedia Commons | vnysia